A veces te encuentras un disco que no encaja en ninguna expectativa previa. No llega para confirmar lo que ya sabías sobre una banda y tampoco para repetirse, sino para obligarte a escuchar de otra manera. Así es con "Getting Killed" de Geese, un álbum que no pide permiso para ser extraño, intenso y cambiante. Lo descubrí sin buscarlo y terminó capturándome por su honestidad cruda, por su manera de abrazar el caos sin perder nunca la dirección. Ese desconcierto inicial, lejos de alejarme, me llevó a querer entender de dónde salía un disco así y por qué sonaba tan vivo. De esa necesidad nace este post, una invitación a adentrarse en un trabajo que descoloca y fascina a partes iguales.
ALBUM: Getting Killed
Este álbum no busca ser elegante ni redondo, sino mostrar sin filtros lo que pasa por dentro. "Getting Killed", el nuevo álbum de Geese, entra exactamente en esa categoría. Desde el primer minuto deja claro que la banda ha decidido tensar todas sus costuras y abrir un espacio nuevo dentro del rock alternativo contemporáneo, un espacio donde el caos convive con la belleza y donde cada canción parece al borde del colapso, pero nunca pierde el control del todo. Ese desajuste deliberado es, paradójicamente, lo que hace que el álbum funcione.
Cómo nació un álbum:
Para entender "Getting Killed", conviene mirar el contexto que lo originó. Geese llegaban de un cambio importante: la salida de su guitarrista fundador, Foster Hudson, a finales de 2023. El grupo, que arrancó como un quinteto de adolescentes ambiciosos, se quedó en cuarteto, con Cameron Winter asumiendo más peso en las guitarras y con Emily Green, Dominic DiGesu y Max Bassin obligados a redefinir su manera de crear juntos.
En paralelo, Winter había sorprendido a todos con su disco en solitario, Heavy Metal, que salió en diciembre de 2024 sin grandes expectativas y acabó convirtiéndose en un pequeño fenómeno crítico. Ese "accidente" de éxito le dio una confianza inesperada y, según él mismo ha contado, la libertad para plantear "Getting Killed" como un álbum más ruidoso, más directo, más tenso. Como si necesitara demostrar que la vulnerabilidad íntima de su trabajo solista también podía convivir con el desorden eléctrico del grupo.
La llegada del productor "Kenny Beats" o Kenneth Blume, terminó de encender la mecha. Blume conoció al grupo casi por azar, se obsesionó con ellos, y al escuchar el proyecto en solitario de Winter entendió que había una lógica interna en ese caos que, de primeras, le parecía inabarcable. Su papel fue crucial: dejó respirar las imperfecciones, convirtió los errores en textura y empujó a la banda hacia un sonido más crudo y repetitivo, casi ritual.
No es menor que gran parte del disco se grabara mientras Los Ángeles ardía por los incendios de invierno. La banda encerrada en un estudio aislado, improvisando largas sesiones mientras afuera todo ardía. Ese ambiente se nota. El álbum huele a humo, ansiedad y urgencia.
Un sonido entre lo caótico y lo adictivo:
Hablar del sonido de "Getting Killed" es aceptar que no pertenece a un único estilo. Si algo define a Geese es precisamente su incapacidad, voluntaria, para encajar en una etiqueta. Este álbum navega entre el art-rock, la energía del no wave, los grooves del soul y el funk, el vértigo del post-punk y hasta guiños al rock sureño que ya habían explorado en 3D Country, aunque aquí retorcidos hasta lo irreconocible.
La apertura con "Trinidad" es una bofetada deliciosa. La batería de Bassin funciona como un corazón acelerado, el bajo se retuerce como si intentara escapar de sí mismo y la guitarra de Green lanza chispazos que parecen nacer de un cortocircuito. La aparición vocal de JPEGMAFIA añade una intensidad que roza lo maniático. Winter alterna súplicas, graznidos y un tono a medio camino entre un predicador en crisis y un actor que se queda sin aire. Es un comienzo desconcertante y vibrante que deja claro que no habrá concesiones.
Después llega "Cobra", que actúa como un respiro luminoso. Aquí el grupo logra un equilibrio precioso entre la dulzura melódica y un pulso rítmico con aires de soul sesentero. Winter canta con una calidez inesperada que recuerda, por momentos, al primer Damon Albarn o incluso a Beirut en su manera pastoral de estirar las vocales.
"Husbands" demuestra otro registro: un canto extraño y contagioso, sostenido por una batería metronómica y guitarras sinuosas que podrían haber salido de un disco perdido de John Frusciante. Es un tema que arranca en una aparente sobriedad y termina convertido en un himno retorcido, casi espiritual.
En "100 Horses", uno de los grandes momentos del disco, el grupo abraza una estética bélica, casi cinematográfica. Winter canta desde la perspectiva de un general en tiempos de guerra, con frases que suenan inquietantemente contemporáneas. La canción combina funk oscuro, repetición hipnótica y un estribillo mentalmente corrosivo.
El álbum también se permite respiraciones íntimas, como "Au Pays du Cocaine", una balada frágil, casi transparente, donde Winter se deja llevar por una calma tensa. Es uno de los momentos donde más se nota la influencia emocional de su disco solista, esa vulnerabilidad que asoma entre las disonancias.
"Taxes", por su parte, es un híbrido perfecto entre desesperación y euforia. Es un tema que habla de culpa, de errores, de resentimiento propio, pero lo hace con un ritmo que podría encajar en un festival a plena luz del día. Es quizá el mejor ejemplo de esa dualidad que atraviesa todo el álbum: la alegría dentro de la tragedia.
Y el cierre, "Long Island City Here I Come", es una despedida contemplativa que crece como una ola. Winter lanza frases casi teatrales, entre lo profético y lo absurdo, mientras la banda construye un crescendo que parece no terminar nunca. Es un final que no ofrece respuestas, solo una sensación de movimiento constante. Esa frase repetida: "Nobody knows where they’re going except me", puede sonar arrogante o desesperada, pero sobre todo suena humana.
Ansiedad colectiva y el deseo de bailar:
Escuchar "Getting Killed" es aceptar que vivimos en un tiempo de contradicciones permanentes. Las canciones hablan de bombas, de miedo, de identidad líquida, de culpa, de guerra, pero también de amor, de celebración y de una rara forma de esperanza. Todo está teñido de humor oscuro, de ironía y de una teatralidad que nunca resulta forzada.
Geese consigue algo que no es habitual: reflejar la ansiedad contemporánea sin convertirse en un lamento monocromático. Hay angustia, sí, pero hay ritmo. Hay gritos, sí, pero también hay melodías luminosas. Es un disco lleno de vida, incluso cuando describe momentos de auténtico derrumbe emocional.
En cierto modo, "Getting Killed" captura mejor que muchos otros álbumes recientes esa sensación de vivir conectados a demasiadas pantallas, a demasiadas expectativas, a demasiados miedos que no sabemos gestionar. Es un disco que se mueve como una mente hiperestimulada, saltando entre ideas sin transición, pero encontrando conexiones secretas entre todas ellas.
Por qué mola:
Creo que "Getting Killed" funciona tan bien porque no pretende ofrecer verdades reveladoras ni grandes declaraciones generacionales. Funciona porque es honesto en su desorden y profundamente humano en su vulnerabilidad. La producción de Kenny Beats, tan presente como invisible, potencia esa autenticidad permitiendo que la banda respire, se equivoque, improvise y deje que la música se acerque a un estado casi ritual.
Geese ya no suenan como una banda joven buscando su identidad. Suenan como un grupo que ha aceptado que su identidad es precisamente el movimiento, la fuga, el no quedarse quietos en ningún sitio. Ese es, quizás, el mayor logro del disco: recordarnos que no hace falta encontrar una forma final para tener algo que decir.
Disco recomendado
Si buscas un álbum de rock que te saque de la rutina, que te deje pensando y que, además, te haga mover el cuerpo, te recomiendo escuchar "Getting Killed". No es un disco fácil, ni pretende serlo, pero tiene una energía tan genuina que resulta imposible apartarse de él. Geese han conseguido crear un álbum que no solo merece atención, sino que exige una escucha completa, de principio a fin, porque solo entonces revela toda su extraña coherencia.
En un panorama musical lleno de producciones impecables y previsibles, "Getting Killed" ofrece algo que cada vez cuesta más encontrar: carácter. Un carácter bruto, impredecible y profundamente vivo. Y eso, hoy, me parece un lujo.
Video del tema "Getting Killed":
Tracklist:
1. "Trinidad" 3:44
2. "Cobra" 3:05
3. "Husbands" 4:08
4. "Getting Killed" 4:44
5. "Islands of Men" 5:54
6. "100 Horses" 3:46
7. "Half Real" 3:22
8. "Au Pays du Cocaine" 3:30
9. "Bow Down" 3:28
10. "Taxes" 3:17
11. "Long Island City Here I Come" 6:37
Geese:
- Cameron Winter – voz, guitarra, teclados, producción, mezcla
- Dominic DiGesu – bajo, producción
- Emily Green – guitarra, producción
- Max Bassin – batería, producción
Colaboradores adicionales
Kenny Beats – producción
JPEGMafia – voz adicional en "Trinidad"
Nick Lee – trombón en "Trinidad", "Islands of Men" y "100 Horses"
Aaron Paris – violín en "Trinidad", "Husbands" y "Bow Down"

