No todos los álbumes buscan ser apreciados. Algunos están hechos para desafiar, inquietar y desarrollarse lentamente en la sombra. "Portishead", el lanzamiento homónimo de la banda de 1997, es una de esas obras excepcionales, melancólicas, inflexibles y a menudo olvidadas en el resplandor de su predecesor, "Dummy". Pero si desmontamos sus capas hoy, lo que emerge es un disco de una profundidad asombrosa. He aquí por qué sigue siendo importante y quiero recomendar a los lectores este blog de música.
ALBUM: Portishead
Cuando escuché "Portishead" por primera vez, no buscaba consuelo. No buscaba nostalgia. Lo que buscaba era inquietud y perturbación, y este álbum me lo proporcionó. Publicado el 29 de septiembre de 1997, "Portishead" es el segundo álbum del trío de Bristol que, tan solo tres años antes, había definido sin querer todo un género con su álbum debut "Dummy". Mientras que aquel primer disco vistió su melancolía de terciopelo, Portishead la despojó de su esencia a alambre de púas y cristales tintados de negro.
Un cambio de sonido y sustancia:
Mientras que "Dummy" dio paso a samples externos y una suave calidez cinematográfica, "Portishead" se adentro en el interior. Literalmente. El grupo optó por componer, interpretar y samplear sus propias grabaciones originales, creando un mundo que se encierra en sí mismo como una sala de espejos embrujados. El resultado es más texturizado, más táctil y mucho más claustrofóbico.
"Take Only You", por ejemplo, es una de las dos únicas piezas del álbum que usan samples tradicionales (tomando elementos de la banda sonora de Inspector Clouseau de Ken Thorne y de She Said de The Pharcyde). ¿Todo lo demás? Una ilusión deliberada. "Western Eyes" incluso atribuye un sample a una banda inexistente. Ese crédito inventado por el sample ("Hookers & Gin" de Sean Atkins Experience) no es una broma. Es una declaración. Portishead está invocando fantasmas, no citando fuentes.
Beth Gibbons - cantante de una distopía:
No hay forma real de hablar de Portishead sin hablar de Beth Gibbons. Su voz, quebrada y trémula en un momento, colérica al siguiente, no está simplemente al frente de cada tema: es el tema. En “Cowboys”, sus voces filtradas electrónicamente crujen como una puerta abierta en medio de una tormenta. En “All Mine”, coquetea con el fantasma de una canción de James Bond antes de arrastrarla hacia la obsesión y la posesión.
Lo que la distingue no es su rango técnico, sino su alcance emocional. Gibbons no canta para impresionar; canta para exorcizar. Ya sea el grito desesperado en “Only You”, la amenaza velada en “Seven Months” o el duelo frágil de “Mourning Air”, arrastra al oyente por cada pliegue de su angustia. Escucharla resulta casi voyeurista, como leer en voz alta el diario íntimo de alguien en una habitación vacía.
Paisajes cambiantes:
Es importante entender que Portishead llegó en un momento cultural extraño. En 1997, el trip-hop estaba evolucionando. DJ Shadow ya había lanzado Endtroducing…, Beck había convertido el sampling en pop de teoría del caos, y la mezcla de géneros se había vuelto la nueva norma. En contraste, Portishead redobló su apuesta por la densidad, el minimalismo y el desasosiego.
Aquí no hay ningún “éxito crossover”. No hay estribillos cálidos ni ambientación de cafetería. Canciones como “Humming” y “Half Day Closing” se sumergen en una paranoia atmosférica, parte retrofuturista, parte pesadilla lyncheana. “Elysium” es una combustión lenta que alterna entre punzadas de guitarra distorsionada y líneas de piano sombrías. ¿“And Over”? Esa podría ser la pieza central, un estudio sobre la contención y la pena, que no te deja tomar aire en ningún momento.
Esto no es música de fondo. Exige atención. Se alimenta de ella.
Instrumentación que corta:
Mientras Beth Gibbons domina el terreno emocional, Adrian Utley y Geoff Barrow moldean su arquitectura. La batería de Barrow es cortante y a menudo minimalista, evocando más tensión que ritmo. La guitarra de Utley, sin embargo, es donde realmente gira el cuchillo. En “All Mine”, sus punteos quebradizos al estilo Morricone atraviesan la niebla, mientras que “Elysium” se convierte en un muro de estática y distorsión sutil, simultáneamente cinematográfico y brutal.
Y sin embargo, hay belleza en la decadencia. Los metales en “All Mine”, las cuerdas dolientes de “Western Eyes”, el teclado Rhodes fantasmal en “Only You”: cada detalle está colocado con esmero, pero nunca pulido. Esa imperfección es intencionada. Es lo que le da a Portishead su pulso humano bajo las máquinas.
Oblicuidad lírica y posibles lecturas políticas:
A diferencia de algunos de sus contemporáneos más abiertamente políticos (Massive Attack viene a la mente), Portishead opera con velos, no con manifiestos. Pero eso no significa que no haya mordida. El tema de apertura, “Cowboys”, suena como una fábula cínica, casi profética en sus alusiones al engaño y el poder: “La verdad se vende, el trato está cerrado”. Mientras tanto, “Half Day Closing” insinúa una América percibida con desafección alienada, y “Elysium” podría - o no - ser un comentario críptico sobre el juicio moral y la muerte.
No son consignas. Parecen acertijos. Y eso es lo que les da permanencia.
Fluidez, frustración y paciencia:
Si hay una crítica que hacer, y creo que es justa, es que Portishead exige mucho del oyente. El ritmo es lento, los beats rara vez evolucionan y el tono es uniformemente sombrío. Incluso para alguien que disfruta de estos espacios sonoros oscuros, ha habido momentos en los que el álbum se ha sentido más como una niebla por la que abrirse paso que como una historia a seguir.
Pero aquí está la clave: cuando encaja, encaja de verdad. Hay una coherencia psicológica en el flujo, una estructura deliberada que permite que cada pieza resuene y amplifique a la siguiente. “Cowboys” te atrae con amenaza, “All Mine” seduce, y cuando llegas a “Only You”, ya estás perdido en su mundo o abandonado fuera bajo la lluvia.
El legado de este álbum “olvidado”:
En el conjunto de los tres discos de estudio de Portishead, este suele ser tratado como el hijo del medio: menos abrazado que Dummy, menos revolucionario que Third. Pero para mí, eso es precisamente lo que lo hace tan bueno. Portishead no es una reacción. Es una decisión. Es la banda negándose a convertirse en un acto de salón, redoblando la incomodidad y caminando hacia las sombras en lugar de buscar el foco.
Este disco no se vendió. Ni lo intentó. Permanece. Acecha. Se fortalece cuanto más se le ignora. En muchos sentidos, es el álbum más “trip-hop” que hicieron, no porque siga los tropos del género, sino porque captura su esencia: desapego, decadencia, atmósfera sobre acción.
Disco recomendado
Sin duda. Portishead no es una escucha casual. No es para cualquier entorno ni para cualquier estado de ánimo. Pero para quien esté dispuesto a quedarse quieto y descender hacia algo más oscuro, más elegante y más humano que la mayoría de los discos se atreven a ser, este es un artefacto raro y deslumbrante.
Tanto si estás descubriendo el trip-hop por primera vez como si regresas al mundo de Portishead tras una larga ausencia, este álbum premia la paciencia y castiga la pasividad. Escúchalo. Deja que arda lento. Déjalo tomarse su tiempo.
Video del tema "Over":
Tracklist:
1. "Cowboys" 4:38
2. "All Mine" 3:59
3. "Undenied" 4:18
4. "Half Day Closing" 3:49
5. "Over" 4:00
6. "Humming" 6:02
7. "Mourning Air" 4:11
8. "Seven Months" 4:15
9. "Only You" 4:59
10. "Elysium" 5:54
11. "Western Eyes" 3:57
Portishead:
- Beth Gibbons – voz
- Adrian Utley – guitarra (pistas 1, 2, 4, 5, 7-10), bajo (pistas 2, 4, 5, 7, 9), sintetizador (pistas 4, 6), piano Rhodes (pista 9), piano (pista 11)
- Geoff Barrow – batería (pistas 4, 5, 9), tocadiscos, programación, sencillos
Músicos adicionales:
- Clive Deamer – batería (pistas 1, 6, 7, 11), batería adicional (pista 3)
- Shaun Atkins – voz adicional (pistas 1, 11)
- John Baggot – órgano (pista 9), piano (pista 10)
- Andy Hague – trompas (pista 2)
- Ben Waghorn – trompas (pista 2)
- John Cornick – trompas (pista 2), trombón (pista 7)
- S. Cooper – violín (pista 4)
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