Pones la aguja sobre el vinilo y de pronto el aire parece más espeso, como si alguien hubiera encendido una llama que no se ve, pero que lo transforma todo. "Cookin’ with the Miles Davis Quintet" pertenece a esa categoría de discos que no necesitan presentaciones ni excusas: se defienden solos, con la seguridad y el pulso de quienes estaban, literalmente, "cocinando" una revolución.
ALBUM: Cookin’ with the Miles Davis Quintet
Escuchar este álbum hoy, décadas después de su grabación, sigue teniendo algo de milagro. Porque fue concebido con urgencia, casi con necesidad, pero suena como si el tiempo se hubiera detenido dentro del estudio. Cada nota conserva el calor del momento, el sudor de una banda que sabía que estaba tocando para la historia sin darse cuenta de ello.
Estudio pequeño, un contrato y una chispa irrepetible:
A mediados de los años cincuenta (siglo xx), Miles Davis ya era mucho más que una promesa. Tras su renacimiento en el Newport Jazz Festival de 1955, Columbia Records le ofreció un contrato que cambiaría su destino. Pero antes de poder dar el salto a la gran discográfica, debía cumplir un compromiso con Prestige Records: entregarles cinco discos más. La solución fue tan brillante como práctica: grabar en dos maratónicas sesiones una serie de temas que resumieran el repertorio en vivo de su quinteto.
Así, el 26 de octubre de 1956, en el pequeño estudio de Rudy Van Gelder en Hackensack, Nueva Jersey, nacieron los cuatro álbumes legendarios que hoy conocemos como Cookin’, Relaxin’, Workin’ y Steamin’ with the Miles Davis Quintet. El primero en publicarse fue Cookin’, en julio de 1957. Lo que Miles Davis y su grupo hicieron allí fue más que grabar canciones: fue capturar la electricidad de un directo con la precisión del estudio, un equilibrio rarísimo que muy pocos han logrado igualar.
El quinteto; Miles Davis en trompeta, John Coltrane en saxo tenor, Red Garland al piano, Paul Chambers en contrabajo y Philly Joe Jones en batería, había alcanzado un nivel de entendimiento que rozaba lo telepático. No necesitaban hablar, bastaba una mirada, una respiración compartida, un gesto. La música fluía como una conversación íntima, llena de silencios que decían tanto como las notas.
Una banda que respiraba al mismo tiempo:
Cookin’ abre con "My Funny Valentine", una balada que Miles había convertido ya en su santuario personal. Aquí suena con un temple casi monástico: cada nota es medida, cada silencio, una confesión. El sonido amortiguado de su trompeta, con la sordina Harmon, se convierte en una voz humana, melancólica y precisa, que no busca deslumbrar sino emocionar.
El contraste llega con "Blues by Five", una pieza extensa y deliberadamente repetitiva, que permite a la banda estirarse y explorar texturas. Algunos la han acusado de ser demasiado larga, pero hay algo casi hipnótico en su desarrollo: la batería de Jones se retuerce con una energía contenida, mientras el bajo de Chambers sostiene el pulso con autoridad. Coltrane, aún en la etapa de búsqueda que precede a su explosión espiritual, intercambia frases con Miles como si completaran los pensamientos del otro.
Luego aparece "Airegin", composición de Sonny Rollins, donde el grupo se lanza a un vuelo vertiginoso. Garland y Jones se persiguen con una precisión casi matemática, mientras Coltrane rompe el aire con una intensidad que prefigura el volcán que estaba a punto de ser. Davis, en cambio, mantiene su estilo económico, como si supiera que cada nota ganaba valor en el silencio que la rodea.
El cierre con el medley "Tune Up / When Lights Are Low" es, sencillamente, sublime. En "Tune Up", Miles despliega una claridad melódica casi teatral, utilizando pequeñas frases de dos notas con acentos inesperados. Cuando llega "When Lights Are Low", todo se ilumina: Garland ofrece un solo dorado, lleno de acordes en cascada, mientras Jones juega con el tiempo como si doblara el pulso del corazón de la canción. Es aquí donde se siente que la banda está literalmente “cocinando”: cada músico aporta su ingrediente exacto, y el resultado es una mezcla perfecta de espontaneidad y estructura.
El sonido de la alquimia:
Parte del hechizo de Cookin’ reside en su sonido. No es un álbum de estudio pulido al detalle, sino un registro casi crudo de un grupo en combustión. Rudy Van Gelder capturó esa inmediatez con una cercanía que te hace sentir dentro del cuarto. Puedes escuchar el roce del arco de Chambers sobre las cuerdas, el golpeteo de las baquetas de Philly Joe sobre el aro, la respiración de Coltrane antes de una frase.
La producción no busca esconder las imperfecciones; al contrario, las celebra. En "When Lights Are Low", hay incluso un pequeño corte de cinta en el solo de John Coltrane, una imperfección técnica que hoy se siente casi entrañable. Aquello no era una sesión de laboratorio, sino un momento real, una conversación viva entre músicos que improvisaban con la misma naturalidad con la que otros hablan.
Entre la intuición y la precisión:
Lo más fascinante del disco es su equilibrio entre control y libertad. A diferencia de la ebullición emocional del bebop o la exploración modal que Miles Davis abordaría más tarde en "Kind of Blue", aquí todo se mueve en una frontera sutil: cada solo parece improvisado con cálculo milimétrico, cada intercambio de ideas suena natural pero perfectamente encajado.
Escuchando "Airegin", uno siente que la banda entera se mueve como un solo organismo. Jones y Garland construyen una arquitectura rítmica tan intrincada que por momentos parece un diálogo paralelo al tema principal. Chambers, por su parte, ancla todo con una elegancia que no necesita protagonismo. Y en medio de ellos, Miles mantiene la calma, dirigiendo con el sonido más limpio y contenido del jazz de su época.
Coltrane, todavía bajo la influencia de Miles, muestra destellos de su futura grandeza. En "Blues by Five", su fraseo tiene ya esa tensión casi espiritual que años después incendiaría A Love Supreme. Pero aquí aún conversa con el grupo, responde a los silencios de Davis, se deja empujar por Jones. Es un Coltrane que se está formando, y eso hace que cada frase tenga algo de descubrimiento.
Una fotografía del jazz en movimiento:
Cookin’ es, en esencia, una instantánea del jazz a mediados del siglo XX, cuando el bebop comenzaba a mutar en hard bop y el género se preparaba para la modernidad. Davis, sin saberlo, estaba poniendo los cimientos de lo que vendría: el fraseo modal, el uso del espacio, la búsqueda del tono como vehículo emocional más que técnico.
Cada tema es una conversación entre tradición y futuro. En "My Funny Valentine", Miles Davis parece mirar hacia atrás, hacia la pureza melódica de los standards; en "Tune Up", mira hacia adelante, hacia la simplicidad estructural que más tarde definiría su obra más famosa. Y en medio de todo eso, Cookin’ revela la clave de su genio: la capacidad de hacer que lo complejo suene fácil, y lo técnico, natural.
Por qué sigue siendo bueno hoy:
Escuchar "Cookin’ with the Miles Davis Quintet" hoy no es un ejercicio de nostalgia, sino un recordatorio de cómo suena la verdad cuando se toca sin pretensión. No hay trucos, no hay efectos, solo cinco músicos comunicándose con una honestidad que todavía conmueve.
El álbum es también una lección de confianza: en el instinto, en la escucha, en el tiempo. En una era donde la música puede editarse infinitamente, donde la perfección digital borra las huellas humanas, este disco recuerda que el error, la respiración o la pausa también son parte del arte.
Disco recomendado
Si alguien me preguntara por dónde empezar con Miles Davis, probablemente no elegiría "Kind of Blue", al menos no todavía. Le daría Cookin’. Porque aquí está el origen del fuego. Es un álbum que no necesita contexto para sentirse vivo, un testimonio de cuando el jazz todavía olía a sudor, a humo de club y a noches infinitas.
Recomiendo escucharlo entero, sin interrupciones, con las luces bajas y los oídos abiertos. No solo porque es una pieza esencial del jazz moderno, sino porque, cada vez que suena, recuerda algo que nunca deberíamos olvidar: que la buena música, cuando se toca desde el alma, no envejece. Solo sigue a fuego lento.
Video del tema "My Funny Valentine":
Tracklist (LP):
Cara A:
1. "My Funny Valentine" Richard Rodgers 6:04
2. "Blues by Five" Miles Davis 10:23
Cara B:
1. "Airegin" Sonny Rollins 4:26
2. "Tune Up / When Lights Are Low" Miles Davis / Benny Carter, Spencer Williams 13:09
Banda:
- Miles Davis – trompeta, director de orquesta
- Paul Chambers – contrabajo
- John Coltrane – saxofón tenor (excepto en 1)
- Red Garland – piano
- Philly Joe Jones – batería


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