Antes de explorar el álbum "Vienna", debo admitir que mi relación con Ultravox siempre ha sido un poco complicada. Los descubrí al revés: primero, la brillantez abrasiva de su segundo LP, "Ha!-Ha!-Ha!", y luego, la pulida sofisticación de sus últimos años. Al volver a "Vienna" ahora, me siento como si estuviera justo en el punto de inflexión donde termina una versión de la banda y comienza otra. Captura el sonido de la transformación: músicos reconstruyéndose en tiempo real, atrapados entre el resplandor apagado de los 70 y el gélido amanecer de los 80.
Décadas después de su lanzamiento, sigo considerando "Vienna" como un punto de inflexión, no solo para Ultravox, sino para el propio pop británico. Puede que no sea mi disco favorito de ellos (ese honor todavía le corresponde a "Ha!-Ha!-Ha!", su trabajo más agudo y temerario con John Foxx), pero "Vienna" sigue siendo una reinvención monumental, el momento en que la banda salió de las sombras del post-punk y aprendió a respirar aire electrónico.
ALBUM: Vienna
Publicado el 11 de julio de 1980, "Vienna" fue el primer álbum con Midge Ure como cantante y guitarrista, y el primero grabado por la formación que definiría la fama del grupo: Ure, Billy Currie, Chris Cross y Warren Cann. El productor alemán Conny Plank, quien ya había dirigido su anterior "Systems of Romance", volvió a encargarse de la producción y la mezcla, esta vez desde su estudio cerca de Colonia. El resultado fue un álbum que equilibraba precisión y dramatismo con una contención casi cinematográfica.
Una banda al borde del colapso:
A finales de la década de 1970, Ultravox estaba casi terminado. Sus discos de rock artístico con John Foxx se habían ganado el cariño de un público de culto, pero no las ventas. Tras ser despedidos por Island Records, agobiados por las deudas y castigados por una gira estadounidense fallida, el trío restante, Currie, Cross y Cann, se dedicó a grabar sesiones para sobrevivir. Currie tocó en "The Pleasure Principle" de Gary Numan y comenzó a trabajar con Rusty Egan y Steve Strange en las primeras sesiones de Visage. A través de ese mundo de experimentación electrónica conoció a Midge Ure, un músico polifacético que había liderado Slik, coescrito canciones con Phil Lynott de Thin Lizzy y tocado brevemente con Rich Kids.
Midge Ure quería una banda de verdad, no solo un proyecto de estudio, y Ultravox necesitaba un líder que pudiera cantar, tocar la guitarra y compartir la composición. Su encuentro, al parecer, generó química inmediata. Decidieron que todo, desde los créditos de composición hasta los ingresos, se dividiría equitativamente entre los cuatro. Como Ure describiría más tarde: "Ahora éramos un cuarteto, pensábamos las cosas de forma diferente y reaccionábamos los unos a los otros de forma distinta".
La reinvención:
Desde las primeras sesiones de grabación a finales de 1979, quedó claro que la nueva formación había encontrado una identidad renovada. La idea inicial, "Astradyne", "Mr. X", "New Europeans", surgió de la escritura colectiva, en lugar de que un líder dictara el sonido. La banda grabó demos en los estudios RAK de Londres; una de ellas, "Sleepwalk", convenció a Chrysalis para que los contratara.
"Astradyne" abre el disco con un pulso mecánico y lento que se expande gradualmente hasta alcanzar siete minutos de movimiento majestuoso. Se siente como un manifiesto instrumental, sin palabras, pero lo suficientemente grandioso como para indicar que Ultravox había entrado en un universo diferente. La mezcla de texturas analógicas y electrónicas de la banda, la viola de Currie deslizándose entre arpegios de sintetizador, la percusión electrónica de Cann impulsando un ritmo a la vez humano y robótico, era única en el panorama del rock de los 80.
"New Europeans" continúa con una calidez casi paradójica, con su crujiente riff de guitarra que choca con sintetizadores futuristas. La letra, sobre un hombre atrapado entre la nostalgia del viejo mundo y la era electrónica moderna, podría haber sido escrita para los propios Ultravox: "Se pone los auriculares / Su mundo moderno gira en torno a la canción del sintetizador". Es Europa soñando con su propio futuro.
Canciones de ansiedad y elegancia:
A lo largo del álbum, la banda exploró la paranoia, el aislamiento y la inquietante belleza de la tecnología. "Sleepwalk", el primer sencillo, suena brillante a simple vista, pero sus palabras pintan una imagen desesperada: "Rodando y cayendo, me ahogo y llamo / Nombre tras nombre tras nombre". "Passing Strangers" combina un ritmo impetuoso con la extraterrestre frialdad de los sintetizadores, mientras que "Private Lives" baila entre el piano clásico y el bajo distorsionado, su melodía insinuando que alguien, o algo, siempre está observando.
Luego llega "Mr. X", cantada por el baterista Warren Cann con una voz a medias sobre un zumbido sintético ominoso. Parece una historia de fantasmas de Kraftwerk, llena de imágenes fugaces de identidad y dobles: «Casi creí verlo, de pie, silbando en un puente». El extraño minimalismo y la atmósfera noir de la canción la convierten en uno de los momentos más distintivos del álbum.
«Western Promise» recupera la tensión entre Oriente y Occidente, la fe y el consumismo, con versos que rompen con el brillo de 1980: «Tu Buda Zen y hombres cristianos / Todos secuaces de la lata de Pepsi del Mesías». Pocos discos pop de aquella época podían esconder tanta sátira bajo capas de violín y secuenciador.
Y luego está "Vienna", la canción que lo cambió todo.
Vienna, la canción:
Cuando "Vienna" se lanzó como sencillo en enero de 1981, alcanzó el número 2 en el Reino Unido (seguido de "Shaddap You Face" de Joe Dolce) y el número 1 en Irlanda, Bélgica y los Países Bajos. Su ritmo, constante y pausado, es una de esas raras señas de identidad musical que parecen detener el tiempo. La voz de Ure, que asciende por versos como "It mean nothing to me – Oh, Vienna", consigue sonar distante y desgarradora a la vez. La banda admitió más tarde que habían querido escribir algo sobrio y tranquilo, con un final clásico exagerado. Lo lograron por completo.
Algunos han relacionado la canción con "El tercer hombre", la película de Carol Reed de 1949 ambientada en la Viena de la posguerra, aunque Ure confesó en una ocasión que inventó esa historia para los periodistas. Sea cual sea su origen, la canción captura una especie de melancolía europea, el sonido de la grandeza que se desvanece con gracia. Incluso hoy, escuchar el piano creciente y las cuerdas electrónicas todavía parece cinematográfico, como si la banda hubiera encontrado una forma de musicalizar el ocaso del modernismo.
Video del tema "Vienna":
El sonido de una nueva década:
La producción de Conny Plank fue esencial. Mantuvo un sonido austero pero vivo, permitiendo que lo electrónico y lo orgánico coexistieran sin que uno se sobrepusiera al otro. Ultravox nunca fue puramente sintético; el violín de Currie, el bajo de Cross y la guitarra de Ure le dieron a la música un pulso del que carecían muchos de sus contemporáneos del Nuevo Romanticismo. Se puede apreciar en "All Stood Still", la canción de cierre y último sencillo del álbum, donde los instintos rockeros del grupo se abren paso a través de las superficies heladas. La letra, "Las luces se apagaron, todos los relojes se detuvieron", refleja el estado de ánimo de un mundo al borde de la sobrecarga tecnológica.
Visualmente, el disco era tan impactante como sonaba. La portada monocromática del fotógrafo Brian Griffin, con el estilismo del diseñador Glenn Travis, presentaba a la banda como figuras sombrías en un entorno atemporal, mientras que la fotografía de Anton Corbijn y el diseño de Peter Saville completaron la transformación. Ultravox ya no eran unos marginados del rock artístico; Ahora eran elegantes, misteriosos y muy modernos.
Legado:
"Vienna" es a la vez un producto de su época y una obra que la trasciende. El álbum alcanzó el número 3 en la lista de álbumes del Reino Unido y se mantuvo allí durante 23 semanas, hasta convertirse en disco de platino. Entró en el top 10 en Australia, Nueva Zelanda y varios países europeos. Pero más allá de las cifras, sentó las bases de lo que sonaría el pop británico a principios de los 80: superficies frías que enmascaran emociones profundas, sintetizadores que cargan con el peso que antes estaba reservado para las guitarras.
Al escucharlo hoy, sigo prefiriendo la energía desenfrenada de "Ha!-Ha!-Ha!", sus bordes crudos, su impaciencia de escuela de arte, pero Vienna es el disco que enseñó a Ultravox a canalizar su ambición. Es sereno pero a la vez inquietante, lleno de contradicciones que de alguna manera funcionan: frío pero apasionado, grandioso pero claustrofóbico, humano a través de sus máquinas.
Disco recomendado
Si nunca has ido más allá de la canción principal, tómate el tiempo de escuchar el disco completo de principio a fin. Deja que "Astradyne" construya su arquitectura lenta; deja que "Mr. X" te susurre al oído; llega por fin a Viena y escucha cómo cambió el mundo en esos cuatro minutos. Para quien tenga curiosidad por saber dónde empezó realmente el pop electrónico a soñar en pantalla ancha, Viena sigue siendo una escucha imprescindible.
Video del tema "All Stood Still":
Tracklist (LP version europea):
Cara A:
"Astradyne" – 7:07
"New Europeans" – 4:01
"Private Lives" – 4:06
"Passing Strangers" – 3:48
"Sleepwalk" – 3:10
Cara B:
"Mr. X" – 6:33
"Western Promise" – 5:18
"Vienna" – 4:53
"All Stood Still" – 4:21
Ultravox:
- Midge Ure – guitarras, sintetizadores, voz principal (excepto en "Mr. X" y "Herr X")
- Chris Cross – bajo, sintetizadores, coros
- Billy Currie – piano, sintetizadores, viola, violín
- Warren Cann – batería, percusión electrónica, coros, voz principal en "Mr. X" y "Herr X"
Adicional:
- Conny Plank – coproducción
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